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Desde la revolución industrial hasta hoy en día uno de los principales problemas de nuestra sociedad es la gestión de las fuentes de energía. La energía es indispensable para que pueda llevarse a cabo cualquier actividad de nuestra vida cotidiana: desde ir a trabajar, para cocinar o hasta para nuestro tiempo de ocio.

Según el informe BP Stadistical Review of World Energy 2017, desde 2007 la media del consumo de energía mundial ha crecido de manera constante a razón de un 1.8% anual. Como es evidente, un crecimiento de este calado no es sostenible a largo plazo, ni desde el punto de vista de recursos disponibles ni por el impacto medioambiental que tienen las fuentes de energía basadas en compuestos de carbono. Por este motivo, surge la necesidad de aumentar el uso de las fuentes de energía renovables y de reducir el consumo de energía. Dicho de otra manera, mantener nuestro nivel de vida consumiendo menos energía.

El objetivo está claro, pero la gran incógnita que nos queda por resolver es como llevarlo a cabo. Según los datos de 2018 de la EEA (Agencia Europea del Medioambiente) en Europa hay tres grandes sectores en los que se pueden agrupar el consumo de energía: Industria (31%), Mobilidad (28%) y Edificios (41%). Como se puede observar las actividades humanas en los edificios suponen la mayor parte del consumo de energía en Europa. Por lo tanto, es de esperar que una reducción de consumo de energía en los edificios suponga un gran impacto en el cómputo global.

En este campo, los sistemas de automatización de edificios juegan un papel fundamental. La Comisión Europea lanzó a finales de 2018, la norma EN15232-1:2018 “Eficiencia energética de los edificios. Parte 1: Impacto de la automatización, el control y la gestión de los edificios”. Esta norma básicamente permite estructurar, definir y estimar el impacto de los sistemas de automatización de edificios en el consumo de energía del mismo.

La norma clasifica los sistemas de automatización de edificios en cuatro clases ordenadas de mayor a menor impacto en la reducción del consumo de energía: A, B, C y D. En este caso, la norma define como referencia la clase C. Según algunos ejemplos de la EU.BAC (Asociación Europea de Control de la Automatización de Edificios), solo con pasar de un sistema de automatización de edificios en clase C a uno en clase B permitiría ahorrar hasta un 20% de energía en calefacción y aire acondicionado, y hasta un 7% en consumo eléctrico.

Aunque es un cálculo teórico, desde ROBOTBAS hemos podido comprobar a lo largo de nuestros más 36 años de historia dedicados a la automatización de edificios y al ahorro energético, que en instalaciones hoteleras reales podemos disponer de tasas de ahorro de alrededor del 18%.

Todos estos datos acreditan y posicionan a los sistemas de automatización de edificios como una herramienta indispensable para gestionar el consumo energético, reducir la emisión de gases de efecto invernadero y contribuir a mejorar el impacto sobre el medioambiente.

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